No contaré las mudanzas
que tuve a lo largo de mi vida. Traigo aquí la primera de esas
mudanzas. Tocó dejar de habitar el PH de
Ensenada para mudarnos a la capital de la Provincia. Aún no había cumplido 10
años. Recuerdo que nos mudamos en verano.
Y dentro de esa mudanza el recuerdo de lo que no se debe hacer: Mi padre
nos dijo a mis hermanos y a mi que fuéramos subiendo cosas en el auto.
Acomodando todo en huecos. Estoy casi segura que por aquél entonces el auto en cuestión
era un Doge Polara blanco, una especie de heladera con ruedas (visto desde mi
tamaño) La cuestión es que dentro de las cosas que subimos al auto había una
pila de discos de vinilo. Pusimos los discos en la luneta del asiento trasero
del auto. Todavía faltaban cargar muchas cosas. ¿Cómo iba a saber que el sol
haría lo que haría? Pues sí, el sol hizo
que los discos tomaran una consistencia ondulada, básicamente empezaron a
derretirse. No recuerdo si se enojó con nosotros mi padre o con él mismo. Tampoco sé cuántos discos se arruinaron.
Mi amor hacia los vinilos volvió con fuerza años más tarde.
Hoy, cada vez que debo realizar una mudanza , los vinilos junto con los libros
son lo que más cuido.